sábado, 13 de marzo de 2010

Seguridad para el alma - Élder Jeffrey R. Holland




Las profecías sobre los últimos días a menudo hacen referencia a calamidades de gran escala tales como terremotos, hambre e inundaciones; éstas, a la vez, pueden estar relacionadas con las vasta agitación económica o política de uno u otro tipo.Pero existe una clase de destrucción de los últimos días que siempre me ha sonado más personal que pública, más individual que colectiva, una advertencia que quizá se aplique más dentro de la Iglesia que fuera de ella. El Salvador advirtió que en los últimos días aun los que son “del convenio”, los escogidos mismos, podrían ser engañados por el enemigo de la verdad1. Si pensamos en ello como una forma de destrucción espiritual, eso podría arrojar luz sobre otra profecía de los últimos días. Piensen en el corazón como el centro figurativo de nuestra fe, el lugar poético de nuestras lealtades y valores; entonces, consideren la declaración de Jesús de que en los últimos días “[desfallecerían] los hombres”.

Lo alentador es, desde luego, que nuestro Padre Celestial conoce todos esos peligros de los últimos días, esos problemas del corazón y del alma, y nos ha dado consejo y protección con respecto a ellos.En vista de ello, siempre ha sido significativo para mí que el Libro de Mormón, una de las poderosas piedras clave del Señor en este contraataque frente a las dificultades de los últimos días, comience con una gran parábola de la vida, una amplia alegoría de la esperanza contra el temor, de la luz contra la oscuridad, de la salvación contra la destrucción, una alegoría a la que, de modo conmovedor, se refirió la hermana Ann Dibb esta mañana.

En el sueño de Lehi, una jornada que ya era difícil, se complica más cuando surge un vapor de tinieblas que nubla toda la vista del seguro pero estrecho camino que su familia y otros habían de seguir. Es imperativo notar que ese vapor de tinieblas desciende sobre todos los viajeros, sobre los fieles y los resueltos (hasta podríamos decir los escogidos), y sobre los débiles y los que no tienen cimientos. El punto principal del relato es que los viajeros que tienen éxito resisten todas las distracciones, incluso la tentación de caminos prohibidos y las burlas provocadoras de los vanos y orgullosos que han seguido dichos caminos. El registro dice que los que estaban protegidos “siguieron hacia adelante, asidos constante y tenazmente” a la barra de hierro que sigue infaliblemente el curso del camino verdadero. Sin importar la obscuridad de la noche o del día, la barra señala el camino de ese sendero solitario y redentor.

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